Terry Eagleton
Se afirma con frecuencia que en el campo de la filosofía las preguntas son más importante que las respuestas. En efecto, una buena pregunta filosófica es capaz de despertar las ganas de aprender, desarrollar la investigación y estimular el pensamiento. Versión PDF
Merece la pena examinar las preguntas, ya que su naturaleza importa con respecto a determinar qué podría considerarse como una respuesta válida. En realidad, podría afirmarse que las que son difíciles son las preguntas y no las respuestas. De sobras conocida es la clase de respuesta que provoca una pregunta tonta. Plantear la pregunta correcta puede abrir todo un territorio hasta entonces inexplorado de conocimientos y desencadenar otro aluvión de preguntas vitales como consecuencia. Algunos filósofos, de la llamada tendencia hermenéutica, consideran como realidad todo aquello que proporciona respuesta a una pregunta. Y la realidad, que, como un delincuente veterano, no confiesa espontáneamente sin antes haber sido sometido a un intenso interrogatorio, sólo nos responderá en función de la clase de interrogantes que le planteemos. Karl Marx señaló en una ocasión de un modo un tanto críptico que los seres humanos sólo se plantean problemas que pueden resolver, con lo que quizá pretendió explicar que, si disponemos del aparato conceptual para formular la pregunta, significa que contamos ya, en principio, con los medios para encontrarle respuesta.
Eso se debe en gran parte, a que las preguntas no se formulan en el vacío. Es verdad que no llevan sus respuestas atadas a la cola (con lo cómodo que eso resultaría para nosotros), pero sí insinúan, más o menos, la clase de respuesta que podría contar como tal. Nos encaminan hacia un abanico limitado de direcciones, con lo que nos sugieren donde buscar la solución. No sería difícil escribir la historia del conocimiento en función de la clase de preguntas que los hombres y mujeres han creído posibles en cada época o momento dados. Rembrandt no podría preguntarse si la fotografía había hecho innecesaria la pintura realista.
Con esto no pretendo sugerir en modo alguno que sea posible contestar a todas las preguntas. Tendemos a asumir que donde hay un problema debe haber una solución […] pero tenemos sobrados problemas para los que probablemente nunca descubriremos soluciones, y preguntas que quedarán eternamente sin responder.
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