8.2.25

Educación Superior y condición humana


Por Edgar Bravo M. [1] 

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Este artículo analiza los retos de la educación superior en el proceso formativo, destacando la necesidad del estudio de la condición humana desde un enfoque complejo que incluya lo racional, lo afectivo, lo social y lo espiritual, más allá de satisfacer únicamente las demandas del mercado laboral. Se propone que una educación integradora, que no descuide lo afectivo, contribuye al desarrollo de la autonomía, concebido este como uno de los fines centrales de la educación. 

La educación superior enfrenta hoy en día un desafío profundo y complejo. Los fines principales de la educación deben ser la autonomía intelectual y moral, el desarrollo de las capacidades y la preparación para afrontar las demandas de la vida profesional y laboral. Esto implica formar individuos capaces de tomar decisiones informadas y responsables, de pensar por sí mismos, de comprender y gestionar sus emociones, y de interactuar de manera empática y respetuosa con los demás. 

Sin embargo, muchas concepciones actuales de la educación se centran predominantemente en satisfacer las demandas del mercado laboral. Este enfoque limitado corre el riesgo de reducir a los estudiantes a meros instrumentos al servicio de la economía, ignorando su desarrollo integral como seres humanos completos. Esto implica, formar individuos capaces de satisfacer las demandas del mercado laboral, sin perder de vista la conciencia sobre la condición humana. En este contexto, lo que está en juego no es solo la capacidad de los estudiantes para adaptarse a un entorno profesional competitivo, sino también su desarrollo integral como seres humanos completos. Una educación que ignore la dimensión afectiva y emocional, centrándose exclusivamente en el pensamiento racional y científico, corre el riesgo de deshumanizar a los estudiantes, reduciéndolos a meros instrumentos al servicio de la economía.

La condición humana es un concepto amplio y multifacético que abarca todas las dimensiones de la existencia humana, incluyendo lo racional, lo afectivo, lo social y lo espiritual. Comprender y abordar esta condición en el ámbito de la educación implica reconocer que los seres humanos no somos únicamente entes racionales, sino también emocionales y sociales. Esta visión integradora es fundamental para ofrecer una educación que no solo forme profesionales competentes, sino también individuos empáticos, reflexivos y equilibrados.

Es esencial cuestionar una educación superior que pone el énfasis en el pensamiento racional, objetivo -desprovisto de subjetividad- y orientada a satisfacer las demandas del mercado. Aunque el pensamiento racional y científico proporciona herramientas indispensables para analizar y resolver problemas complejos, una educación que se enfoque exclusivamente en estos aspectos corre el riesgo de cosificar a los seres humanos. Esta cosificación, producto de una visión mercantilista, trata a los individuos como mercancías cuyo valor se mide en términos de precio y utilidad, desconociendo así su dignidad intrínseca.

Los pensadores de la escuela de Fráncfort, distinguen entre la razón instrumental y la razón emancipadora. La primera se centra en la eficiencia y utilidad. De esta forma el pensamiento queda reducido al cálculo o la previsión de los medios y recursos óptimos para alcanzar un fin, reduciendo la razón a un mero instrumento útil al servicio de las ideologías, los grupos del poder y la economía de mercado. Mientras que la razón emancipadora busca la humanización y liberación del ser humano. Una forma de razón emancipadora frente a la razón instrumental, basada en la crítica a la reducción y simplificación del ser humano al servicio de las demandas tecnológicas y económicas. Se trata de conocer la realidad en su complejidad, criticarla y modificarla para ahondar en la libertad, tal como lo ha mostrado el marxismo y el psicoanálisis.

Adoptar una visión compleja e integradora de la condición humana no significa dejar de lado el pensamiento instrumental ni el contexto de mercado. Por el contrario, implica luchar por integrar la dimensión afectiva que, según Sigmund Freud, es el motor de la vida del sujeto. La afectividad impulsa nuestras decisiones, motiva nuestras acciones y da sentido a nuestras experiencias. Por tanto, una educación que ignore el pensamiento emancipatorio está incompleta y carece de una visión verdaderamente humanista.

Una educación que ignore la dimensión afectiva y emocional corre el riesgo de deshumanizar a los sujetos en formación. Los seres humanos no solo somos entes racionales, sino también emocionales y sociales. Ignorar esta dimensión puede resultar en una educación incompleta y desequilibrada. Todos los seres humanos deberían aprender a comprender y gestionar sus emociones, en vez de negarlas o avergonzarse de ellas. Como decía el escritor romano Terencio, nada de lo humano me es ajeno, queriendo decir que todo lo que concierne al ser humano debe despertar interés y solidaridad; de ahí, se desprende la necesidad de estudiar la condición humana para desarrollar la empatía y solidaridad, valores esenciales para el bienestar y la convivencia.

Immanuel Kant plantea el principio de la dignidad humana al afirmar que toda persona debe ser tratada siempre como un fin y nunca solamente como un medio. Esto implica esto implica que debemos valorar y respetar la humanidad en cada persona, no utilizándose sólo como un instrumento para alcanzar nuestros propios objetivos. Ser fines en sí mismos implica reconocer que cada individuo tiene un valor intrínseco y merece ser tratado con respeto y dignidad.

Enfatizando en el adverbio solamente", Kant advierte contra la instrumentalización de los demás. Un ejemplo de la vida cotidiana sería utilizar a un amigo solo para obtener favores o beneficios, sin considerar su bienestar o sentimientos. Esto reduce al amigo a un medio para un fin, ignorando su dignidad como persona. El problema no radica en servirnos de otros para alcanzar nuestros fines, sino en al hacerlo, negar que el otro, independiente de que esté a mi servicio, es tiene una dignidad no negociable.

Para Kant, la autonomía está ligada al pensamiento crítico y la expresa en tres principios fundamentales: pensar por sí mismo: utilizar el propio entendimiento y juicio crítico para tomar decisiones, en lugar de depender exclusivamente de la autoridad o el pensamiento de otros. En segundo lugar, ponerse en el lugar del otro: desarrollar empatía y comprensión al considerar las perspectivas, situaciones y experiencias de los demás. Implica abandonar el propio narcisismo para comprender al otro en su propio mundo, su entorno, sus intereses y preocupaciones. Finalmente, ser consecuentes: actuar de acuerdo con las propias convicciones y principios, asegurándose de que las palabras y acciones reflejen lo que realmente creemos y defendemos. Además, si los argumentos del otro son mejores o descubrimos que estamos equivocados, ser coherente implica cambiar la propia postura, lo que requiere practicar la humildad. Ser consecuentes, requiere estar alerta a dos sesgos cognitivos comunes: el sesgo de atribución y el sesgo de confirmación. El sesgo de atribución nos lleva a justificar nuestros propios errores atribuyéndolos a factores externos (atribución externa), mientras que atribuimos los errores de los demás a su carácter o personalidad (atribución interna). Por ejemplo, si llego tarde a una reunión, puedo justificarlo con el tráfico (externo), pero si otro llega tarde, puedo pensar que es porque es irresponsable (interno). Por su parte, el sesgo de confirmación nos lleva a buscar y valorar más la información que confirma nuestras creencias preexistentes, ignorando o desestimando la información que las contradice. Para ser consecuentes y actuar con coherencia, debemos reconocer y superar estos sesgos, lo que requiere un esfuerzo consciente y crítico.

Jean-Paul Sartre en El existencialismo es un humanismo, plantea que la condición humana se refiere a la condición de posibilidad de la vida humana, abarcando aspectos como el sentido de la vida, el trabajo, las relaciones con los demás, y la muerte. Sartre afirmaba de manera contundente que cada uno es lo que hace con lo que hicieron de él, subrayando la libertad y responsabilidad individuales en la construcción de nuestra identidad. La libertad, en este sentido, implica asumir la responsabilidad de nuestras elecciones y acciones, y reflexionar sobre cómo moldeamos nuestra existencia.

El filósofo español Ortega y Gasset añadía una dimensión importante para comprender la condición humana cuando afirmaba que yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no me salvo yo, puesto que nuestra identidad está intrínsecamente ligada a nuestra historia y entorno. Reflexionar sobre esta idea nos lleva a la necesidad de aceptar nuestra realidad, para transformarla. Según  el filósofo español, el ser humano se caractriza por no ser algo dago o acabado, sino por estar en un constante devinir, un "estar siendo" permanente. Como decía el viejo Heráclito, "nunca nos bañamos dos veces en el mismo río", porque nunca nosotros ni el río somos los mismos.

Tanto Sartre como Ortega y Gasset subrayan la complejidad de la condición humana al entrelazar la libertad individual -soy responsable de lo que hago con eso que hicieron de mí- con las circunstancias en que ocurre nuestra vida. Hacernos cargo de ellas, implica aceptarlas como parte de nuestra realidad, no para resignarnos, sino para transformarlas desde la reflexión y la acción.

El estudio de la condición humana ofrece una base sólida para una educación verdaderamente integradora. Esta condición incluye todos los aspectos de la existencia, desde lo racional hasta lo espiritual, pasando por lo corporal, lo emocional y lo social. Profundizar en el estudio de la condición humana, es necesario para desarrollar una comprensión más rica y compleja de sí mismos y de los demás, lo que es esencial para estar y convivir con los demás.

Adoptar y desarrollar un pensamiento complejo y crítico es fundamental en este contexto. El pensamiento complejo implica la capacidad de ver las interconexiones entre diferentes elementos y comprender la realidad en su totalidad, reconociendo la multidimensionalidad y la interdependencia de los fenómenos, así como el cambio y la incertidumbre. El pensamiento crítico permite analizar y evaluar información de manera objetiva, cuestionando su validez y fiabilidad. Ambas formas de pensamiento son esenciales para abordar la condición humana en toda su complejidad, permitiendo a los estudiantes reflexionar profundamente sobre su propia existencia y la de los demás, así como sobre los desafíos éticos y morales que enfrentan.

Sabemos que en la actualidad el estudio de las humanidades enfrenta dificultades significativas en una sociedad de mercado. A menudo, no se considera rentable porque no produce beneficios económicos inmediatos. Además, la premura de las redes sociales y la necesidad constante de estar conectados y sobre estimulados impiden la pausa reflexiva necesaria para el autoconocimiento. Esta dinámica de inmediatez y superficialidad dificulta la introspección y el pensamiento crítico.

Hay que reconocer que el pensamiento requiere tiempo, calma y un entorno propicio para la reflexión. Sócrates, con su máxima Conócete a ti mismo, subrayaba la importancia del autoconocimiento. Trabajar en la condición humana es una manera de conocerse a uno mismo, de explorar nuestras emociones, pensamientos y motivaciones más profundas. Esta introspección es esencial para un desarrollo equilibrado y significativo. La capacidad de pensamiento crítico, como también promovía Sócrates, es crucial para cuestionar nuestras propias creencias y entender mejor el mundo que nos rodea.

En conclusión, la educación superior debe ir más allá de satisfacer las demandas del mercado laboral y centrarse en formar seres humanos completos. Una educación integradora que equilibre lo laboral-empresarial, racional y afectivo proporciona a los estudiantes las herramientas necesarias para tener éxito en la vida y contribuir de manera significativa a la sociedad. El estudio de la condición humana, a pesar de las dificultades en el contexto actual, es fundamental para lograr una educación verdaderamente completa y enriquecedora.

 

Bibliografía

Cortina, A. (1985). Crítica y utopía: la escuela de Francfort. Cincel

Kant, I. (1982). Cómo orientarse en el pensamiento. Leviatan.

Ortega y Gasset, J. (2014). Meditaciones del Quijote. Alianza.

Platón. (1983). Apología de Sócrates. Gredos.

Sartre, J.P. (2006). El existencialismo es un humanismo. Edhasa.

Varona-Domínguez, Freddy. (2021). La educación superior y la categoría condición humana. Para una visión integradora. Revista Electrónica Educare. Vol 25(1) Pp. 1-19, https://www.scielo.sa.cr/pdf/ree/v25n1/1409-4258-ree-25-01-451.pdf.



[1] Por Edgar Bravo M. Mg. en Educación. Filósofo. Docente universidad Icesi.


1 comentario:

  1. ¡Excelente artículo! Me parece un análisis profundo y necesario sobre los retos de la educación superior y la importancia de una formación integral que no solo prepare para el mercado laboral, sino que también cultive el pensamiento crítico, la autonomía y la dimensión afectiva del ser humano. La integración de perspectivas filosóficas como las de Kant, Sartre y Ortega y Gasset enriquece la reflexión sobre la condición humana y su papel en la educación. Sin duda, promover una educación que abarque lo racional, lo emocional y lo social es clave para formar individuos más conscientes, empáticos y libres. ¡Felicitaciones por este aporte tan valioso!

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