19.2.22

La tarea de la filosofía moral

José Luis Aranguren

El profesor de ética J.L. Aranguren aprovecha el contraste entre el papel del moralista y el del filósofo moral, para precisar cuál es la tarea de este último. Conviene la distinción en tiempos, como estos, en que el moralismo, en su intento por vigilar y criticar las morales al uso, quiere ganar terreno y sustituir el papel de la filosofía moral.

Los hombres no han esperado a los moralistas para tener reglas morales, y los moralistas van detrás de los hombres que viven lo moral y detrás de las normas que se dan para regular su comportamiento.

La tarea de la filosofía moral es diferente de la acción moral. El filósofo no crea la moral: reflexiona sobre la ya existente, la crítica, depura y sistematiza, pero, salvo que se trate de la problemática "moral prospectiva” -formulada para situaciones nuevas, anticipadas-, no la inventa.

Lo que sí hace es:

1. Analizar el lenguaje de la moral.

2. Mostrar el carácter moral del hombre individualmente y en comunidad.

3. Revisar filosóficamente la moral histórica creada y, en especial, los problemas morales planteados en la actualidad. j

Propuestas morales, 1985

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10.2.22

Discurso pronunciado al recibir el Premio Nobel de Literatura

Octavio Paz

El 10 de diciembre de 1990, el pensador mexicano Octavio Paz recibía el Premio Nobel de Literatura. Para la ocasión, Paz pronunció un discurso en el que, anticipando el nuevo siglo, recordó con lucidez, las preocupaciones y las tareas pendientes después del derrumbe de las ideologías: el futuro de la democracia, la modernidad retardada para América Latina, el problema del reconocimiento de nuestra identidad -del que en tiempos de globalización casi no se habla-, y la crisis ambiental. La actualidad de sus palabras sigue siendo un derrotero para pensar las tareas pendientes de nuestro siglo.


Majestades, Señoras y Señores:

Seré breve. Sin embargo, como el tiempo es elástico, ustedes tendrán que oírme durante ciento ochenta largos segundos.

Vivimos no sólo el fin de un siglo sino de un período histórico. ¿Qué nacerá del derrumbe de las ideologías? ¿Amanece una era de concordia universal y de libertad para todos o regresarán las idolatrías tribales y los fanatismos religiosos, con su cauda de discordias y tiranías? Las poderosas democracias que han conquistado la abundancia en la libertad ¿serán menos egoístas y más comprensivas con las naciones desposeídas? ¿Aprenderán éstas a desconfiar de los doctrinarios violentos que las han llevado al fracaso? Y en esa parte del mundo que es la mía, América Latina, y especialmente en México, mi patria: ¿alcanzaremos al fin la verdadera modernidad, que no es únicamente democracia política, prosperidad económica y justicia social sino reconciliación con nuestra tradición y con nosotros mismos?