El filósofo Agustín
de Hipona en el siglo IV plantea la justicia como la virtud central que
fundamenta al poder político; aunque en la práctica, muchas veces, se quiera
justificar dicho poder por medio de la fuerza. El texto corresponde al Libro IV, capítulo
4 de la Ciudad de Dios.
Cuán semejantes a los latrocinios son los reinos sin justicia. Sin la virtud de la justicia, ¿Qué son los reinos sino unos execrables latrocinios? Y éstos, ¿Qué son sino unos reducidos reinos? Estos son ciertamente una junta de hombres gobernada por su príncipe la que está unida entre sí con un pacto de sociedad, distribuyendo el botín y las conquistas conforme a las leyes y condiciones que mutuamente establecieron. Esta sociedad, digo, cuando llega a crecer con el concurso de gentes abandonadas, de modo que tenga ya lugares, funde poblaciones fuertes, y magníficas, ocupe ciudades y sojuzgue pueblos, toma otro nombre más ilustre llamándose reino, al cual se le concede ya al descubierto, no la ambición que dejado, sino la libertad, sin miedo de las vigorosas leyes que se le han añadido; y por eso con mucha gracia y verdad respondió un corsario, siendo preso, a Alejandro Magno, preguntándole este rey qué le parecía cómo tenía inquieto y turbado el mar, con arrogante libertad le dijo: y ¿qué te parece a ti cómo tienes conmovido y turbado todo el mundo? Mas porque yo ejecuto mis piraterías con un pequeño bajel me llaman ladrón, y a ti, porque las haces con formidables ejércitos, te llaman rey.