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10.12.19

La pregunta por el tiempo en san Agustín de Hipona

Edgar Bravo M.

                                       

¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo al que me pregunta, no lo sé.                                                                                                                                            San Agustín, Confesiones

 

 

Introducción

 

Estamos tan familiarizados con la idea del tiempo que aparentemente parece obvio dar una definición; sin embargo, como dice san Agustín, en el siglo IV, al tratar de hacerlo nos encontramos con que es una noción escurridiza, difícil de precisar en palabras.

 

Todas las sociedades tienen una manera de percibir el tiempo. En el occidente cristiano la idea del tiempo está ligada al problema de la creación del mundo. Dos son los tiempos, uno para referirnos a Dios, la eternidad y, otro a los mortales, que es lo que propiamente llamamos el tiempo. A su vez, la idea judeo-cristiana de la creación contrasta con la concepción griega del mundo como algo eterno.      Seguir leyendo: PDF      



5.6.15

Una concepción del mal

Agustín de Hipona

El siguiente fragmento del Enquiridión, publicado en el 503el filósofo  convertido al cristianismo aborda la concepción del mal como ausencia del mal y no como algo que exista por sí mismo. 

Pues ¿qué otra cosa es el mal, sino privación del bien? Del mismo modo que, en los cuerpos de los animales, el estar enfermos o heridos no es otra cosa que estar privados de la salud -y por eso, al aplicarles el remedio, no se intenta que los males existentes en aquellos cuerpos, es decir, las enfermedades y heridas se trasladen a otra parte, sino destruirlas ya que ellas no son sustancia, sino alteraciones de la carne, que, siendo sustancia y, por lo tanto, algo bueno, recibe estos males, esto es privaciones del bien que llamamos salud-, así también todos los defectos de las almas son privaciones de bienes naturales, y esos defectos, cuando son curados, no se trasladan a otros lugares, sino que, no pudiendo subsistir en aquella salud, desaparecen totalmente. [...]

Sin el bien no podría existir el mal. El bien que carece de todo mal es el bien absoluto; por el contrario, aquel al que está adherido el mal es un bien corrupto o corruptible; y donde no existe el bien, no es posible mal alguno. De aquí se deduce una extraña conclusión: que, siendo toda sustancia, en cuanto tal, un bien, parece que cuando a la sustancia corrompida se la denomina mala, se afirma que el mal es lo mismo que el bien, y que el mal no existe sino en cuanto existe el bien; pues toda naturaleza es un bien, y no existiría cosa mala alguna si esa misma cosa que es mala no fuese sustancia. De donde se sigue que no se da el mal sino el bien, Y aunque esto parezca absurdo, sin embargo la trabazón de este razonamiento exige necesariamente esta conclusión. 

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