Edgar Bravo M. “Celebro y acaricio la
verdad cualquiera que sea la mano que la detente, y a ella me entrego
alegremente y le tiendo mis armas vencidas, en cuanto la veo acercarse a lo
lejos. Y con tal de que no procedan con ceño demasiado imperioso y sentencioso,
acepto las críticas que hacen a mis escritos”. Así decía Michel de Montaigne
(1533-1592) al referirse a las posibles críticas a sus ensayos. Ese
género, nacido en pleno Renacimiento, cuya paternidad ha sido atribuida al
filósofo francés, ha tenido en nuestra época su mayor apogeo. Difícil de
definir, pero fiel a su tradición, conviene recordar que en el ensayo la
actividad intelectual no corre al margen del conocimiento de sí mismo, ni de la
propia subjetividad. Las pautas y preguntas que en seguida se proponen
esperan ser una guía para reflexionar sobre sí mismo a través de la indagación
intelectual de un tema que supone el acto de escritura. Despojar al
ensayo del rigor de la subjetividad supone convertirlo en una fórmula, un mero
conjunto de procedimientos. Leer más: PDF.