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7.7.21

La oveja negra


Augusto Monterroso                                                                                                                                                                                                   Nacido en Honduras, nacionalizado en Guatemala y exiliado en México, el autor de La oveja negra y demás fábulas, 1969, a través del relato breve atribuye a los animales características propias de los seres humanos. En la fábula que aquí presentamos, Monterroso contrapone las ovejas blancas, que representan la mayoría, con la negra, que sería la minoría. Muestra también el rechazo social al que piensa diferente y y como después de condenarlo y excluirlo es exaltado como ejemplo. 



La Oveja negra

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

22.8.17

La infelicidad en la literatura

Augusto Monterroso

Como señala el escritor hondureño (1921-2003), la literatura parece estar más vinculada al dolor y a la infelicidad, pues pareciera que la felicidad termina siendo catalogada de superficial.

La literatura está más hecha de lo negativo y de lo adverso y, sobre todo, de lo triste. El bienestar, y específicamente la alegría, carecen de prestigio literario, como si el regocijo y los momentos de felicidad fueran espacios vacíos, vacíos y por lo tanto intransferibles, de los que el verso y la prosa serían malos portadores. Parecería que sólo los bobos están contentos y que hay que evitar a toda costa mostrarse tonto; el genio, en cambio, se presenta siempre como profundamente preocupado, cuando no sumido en el dolor y la incomprensión. Si declaro que me encuentro bien y feliz, a nadie le importa; aparte de que la declaración misma de felicidad tiene algo de insultante; debo decir que estoy mal, o triste, para que mi posible lector tenga a quien compadecer y se alegre y acaso hasta me perdone que sea yo el que escribe y él el que lee. Los románticos salvaron a Cervantes del olvido cuando descubrieron que su libro era un libro triste. "

Tríptico