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7.7.21

La oveja negra


Augusto Monterroso                                                                                                                                                                                                   Nacido en Honduras, nacionalizado en Guatemala y exiliado en México, el autor de La oveja negra y demás fábulas, 1969, a través del relato breve atribuye a los animales características propias de los seres humanos. En la fábula que aquí presentamos, Monterroso contrapone las ovejas blancas, que representan la mayoría, con la negra, que sería la minoría. Muestra también el rechazo social al que piensa diferente y y como después de condenarlo y excluirlo es exaltado como ejemplo. 



La Oveja negra

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

9.7.10

Y dejaron de escribir...

Por Augusto Monterroso

¿Por qué dejar de escribir? Quizá demasiado imbuidos de sí mismos, demasiado obsesionados con el oficio de escribir, algunos escritores se retiraron de la escritura y se dedicaron a otra cosa. Esto es lo que nos cuenta el escritor guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003), conocido, entre otras cosas, por sus cuentos cortos.

Un periodista local preguntaba por qué un escritor deja de escribir. Bueno, es una tentación diaria; pero no creo que nadie lo sepa, y tal vez ni él mismo. De cualquier manera me vinieron a la memoria, como siempre, los tres casos clásicos de gente que lo ha hecho: Shakespeare, cambiando el teatro por los negocios; Rossini, abandonando la ópera por la repostería y Rimbaud renunciando a la poesía para terminar en el tráfico de armas, tal vez el trueque más respetable de los tres y más afín con lo que se hacía antes (los poetas y los escritores en general se disparan unos a otros con lo que pueden: cuando las palabras no le bastaron, Verlaine le pegó un tiro a Rimbaud). Hay que añadir que los tres dejaron su arte en pleno éxito y que en todo caso para ellos eso significaba una liberación. Lo imposible es tener claro si abandonar este oficio [...] significa una derrota o una victoria sobre sí mismo.