El siguiente fragmento del Enquiridión, publicado en el 503, el filósofo convertido al cristianismo aborda la concepción del mal como ausencia del mal y no como algo que exista por sí mismo.
Pues ¿qué otra cosa es el mal, sino privación del bien? Del mismo modo que, en los cuerpos de los animales, el estar enfermos o heridos no es otra cosa que estar privados de la salud -y por eso, al aplicarles el remedio, no se intenta que los males existentes en aquellos cuerpos, es decir, las enfermedades y heridas se trasladen a otra parte, sino destruirlas ya que ellas no son sustancia, sino alteraciones de la carne, que, siendo sustancia y, por lo tanto, algo bueno, recibe estos males, esto es privaciones del bien que llamamos salud-, así también todos los defectos de las almas son privaciones de bienes naturales, y esos defectos, cuando son curados, no se trasladan a otros lugares, sino que, no pudiendo subsistir en aquella salud, desaparecen totalmente. [...]
Sin el bien no podría existir el mal. El bien que carece de todo mal es el bien absoluto; por el contrario, aquel al que está adherido el mal es un bien corrupto o corruptible; y donde no existe el bien, no es posible mal alguno. De aquí se deduce una extraña conclusión: que, siendo toda sustancia, en cuanto tal, un bien, parece que cuando a la sustancia corrompida se la denomina mala, se afirma que el mal es lo mismo que el bien, y que el mal no existe sino en cuanto existe el bien; pues toda naturaleza es un bien, y no existiría cosa mala alguna si esa misma cosa que es mala no fuese sustancia. De donde se sigue que no se da el mal sino el bien, Y aunque esto parezca absurdo, sin embargo la trabazón de este razonamiento exige necesariamente esta conclusión.
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