14.6.16

Las preguntas esenciales de la filosofía

Immanuel Kant

El campo de la filosofía puede reducirse a las siguientes preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar? y ¿Qué es el hombre? A la primera pregunta responde la Metafísica, a la segunda, la Moral; a la tercera, la Religión, y a la cuarta, la Antropología. Pero, en el fondo, se podría considerar todo ello como perteneciente a la Antropología, pues las tres primeras preguntas se refieren a la última.

Crítica de la razón pura, 1787

26.3.16

Una caña pensante

Blaise Pascal

El hombre no es más que una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante. No es necesario que todo el universo se arme para destrozarlo: un vapor, una gota de agua es suficiente para matarlo. Pero aunque el universo lo destrozase, el hombre sería aún más noble que el que lo mata, porque sabe que muere y sabe la superioridad del universo sobre él; en cambio, el universo no sabe nada de ello. Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el pensamiento. Es con éste como debemos ennoblecernos, y no con el espacio y el tiempo que podamos ocupar.

Pensamientos

8.12.15

Utilidad de la lógica

Lewis Carroll

Domine usted la maquinaria de la lógica simbólica y tendrá siempre a mano una ocupación intelectual que absorberá su interés y que será de una efectiva utilidad en cualquier tema del que pueda ocuparse. Ello le proporcionará la claridad de pensamiento y la habilidad para encontrar a mano en medio de la confusión, el hábito de disponer sus ideas de una forma metódica y ordenada y -lo cual vale más que todo eso- el poder de detectar falacias y despedazar los argumentos insustancialmente ilógicos que encontrará de continuo en los libros, en los periódicos, en los discursos e incluso en los sermones, y que con tanta facilidad engañan a los que nunca se han tomado la molestia de aprender de este arte fascinante.

El juego de la lógica, 1896 

1.10.15

La fuerza de la costumbre

David Hume

Las fuerzas por las que operan los cuerpos son enteramente desconocidas. Nosotros percibimos sólo sus cualidades sensibles; y, ¿qué razón tenemos para pensar que las mismas fuerzas hayan de estar siempre conectadas con las mismas cualidades sensibles?

No es, por lo tanto, la razón la que es guía de la vida, sino la costumbre. Ella sola determina a la mente, en toda instancia, a suponer que el futuro es conformable al pasado. Por fácil que este paso pueda parecer, la razón nunca sería capaz, ni en toda la eternidad, de llevarlo a cabo. 

Tratado de la naturaleza humana, 1739 

11.9.15

El dinero

Karl Marx 

El dinero, en cuanto tiene la propiedad de comprarlo todo, de apropiarse de todos los objetos, es, pues, el objeto por excelencia. El carácter universal de esta propiedad corresponde a la omnipotencia del dinero, que es considerado como un ser omnipotente... el dinero es la alcahueta entre la necesidad y el objeto, entre la vida humana y los medios de subsistencia. Pero que me sirve de mediación para mi vida también actúa como mediador de la existencia de los otros hombres para mí. Es, para mí, la otra persona. Seguir leyendo...

14.8.15

El papel de la razón y el sentimiento en las acciones morales

David Hume

Pero aunque la razón plenamente asistida y mejorada sea bastante para instruirnos sobre las tendencias útiles o perniciosas de las cualidades y acciones, no es, por sí sola, suficiente para producir ninguna censura o aprobación moral. La utilidad es solo una tendencia hacia cierto fin; y si el fin nos fuera totalmente indiferente, sentiríamos la misma indiferencia por los medios. Hace falta que se despliegue un sentimiento, para dar preferencia a las tendencias útiles sobre las perniciosas. 

Investigación sobre los principios de la moral, 1751

7.7.15

Acerca del prejuicio

Voltaire

Prejuicio es admitir una opinión sin haberla antes juzgado. De esta forma, en todas las partes del mundo inspiramos a los niños las opiniones que queremos antes que puedan juzgarlas. 

Hay prejuicios universales y necesarios que se proponen inculcar la virtud. En todos los países enseñan a los niños a reconocer la existencia de un Dios que castiga y premia, a respetar y querer a los padres, a considerar el robo como un crimen y la honestidad como una virtud, antes que los niños puedan comprender qué es el vicio y la virtud. Existen, pues prejuicios buenos que el juicio ratifica cuando el ser humano empieza a razonar. 

El sentimiento no es un prejuicio, sino algo muy superior. La madre no ama a su hijo porque le dicen que debe quererlo; le ama porque le ama. En cambio, respetamos por prejuicio al hombre revestido de ciertos hábitos que camina y habla con gravedad. Nuestros padres nos han dicho que debemos inclinarnos ante él y le respetamos antes de saber si merece nuestro respeto. Crecemos en edad y en conocimiento, nos percatamos de que ese hombre es un charlatán, interesado y orgulloso, y entonces despreciamos al que respetábamos ayer y el prejuicio sucumbe ante nuestro juicio. 

Diccionario filosófico, 1764

5.6.15

Una concepción del mal

Agustín de Hipona

El siguiente fragmento del Enquiridión, publicado en el 503el filósofo  convertido al cristianismo aborda la concepción del mal como ausencia del mal y no como algo que exista por sí mismo. 

Pues ¿qué otra cosa es el mal, sino privación del bien? Del mismo modo que, en los cuerpos de los animales, el estar enfermos o heridos no es otra cosa que estar privados de la salud -y por eso, al aplicarles el remedio, no se intenta que los males existentes en aquellos cuerpos, es decir, las enfermedades y heridas se trasladen a otra parte, sino destruirlas ya que ellas no son sustancia, sino alteraciones de la carne, que, siendo sustancia y, por lo tanto, algo bueno, recibe estos males, esto es privaciones del bien que llamamos salud-, así también todos los defectos de las almas son privaciones de bienes naturales, y esos defectos, cuando son curados, no se trasladan a otros lugares, sino que, no pudiendo subsistir en aquella salud, desaparecen totalmente. [...]

Sin el bien no podría existir el mal. El bien que carece de todo mal es el bien absoluto; por el contrario, aquel al que está adherido el mal es un bien corrupto o corruptible; y donde no existe el bien, no es posible mal alguno. De aquí se deduce una extraña conclusión: que, siendo toda sustancia, en cuanto tal, un bien, parece que cuando a la sustancia corrompida se la denomina mala, se afirma que el mal es lo mismo que el bien, y que el mal no existe sino en cuanto existe el bien; pues toda naturaleza es un bien, y no existiría cosa mala alguna si esa misma cosa que es mala no fuese sustancia. De donde se sigue que no se da el mal sino el bien, Y aunque esto parezca absurdo, sin embargo la trabazón de este razonamiento exige necesariamente esta conclusión. 

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