11.12.17

El hombre como historia

 José Ortega y Gasset

El filósofo español (1883-1955) en este fragmento de su obra Historia como sistema[1]contrapone la concepción del ser humano como una entidad con una naturaleza definida  frente a la del ser humano como algo no definido, sino siempre haciéndose a sí mismo. 

Mal podía la razón físico-matemática, en su forma crasa de naturalismo o en su forma beatífica de espiritualismo, afrontar los problemas humanos. Por su misma constitución, no podía hacer más que buscar la naturaleza del hombre. Y, claro está, no la encontraba. Porque el hombre no tiene naturaleza. El hombre no es su cuerpo, que es una cosa; ni es su alma, psique, conciencia o espíritu, que es también una cosa. EI hombre no es cosa ninguna, sino un drama – su vida, un puro y universal acontecimiento que acontece a cada cual y en que cada cual no es, a su vez, sino acontecimiento. Todas las cosas, sean las que fueren, son ya meras interpretaciones que se esfuerza en dar lo que encuentra. El hombre no encuentra cosas, sino que las pone o supone. Lo que encuentra son puras dificultades y puras facilidades para existir. El existir mismo no le es dado «hecho» y regalado como a la piedra, sino que –rizando el rizo que las primeras palabras de este artículo inician, diremos– al encontrarse con que existe, al acontecerle existir, lo único que encuentra o le acontece es no tener más remedio que hacer algo para no dejar de existir. Esto muestra que el modo de ser de la vida ni siquiera como simple existencia es ser ya, puesto que lo único que nos es dado y que hay cuando hay vida humana es tener que hacérsela, cada cual la suya. 

Para seguir leyendo: PDF

18.10.17

Los dioses de Delfos: Apolo y Dionisio

Umberto Eco 
     Según la mitología, Zeus habría asignado una medida apropiada y un justo límite a todos los seres: el gobierno del mundo coincide así como una armonía precisa y mesurable, expresada en las cuatro frases escritas en los muros del templo de Delfos: “Lo más exacto es lo más bello”, “Respeta el límite”, “Odia la hybris (insolencia)”, “De nada demasiado”. En estas reglas se basa el sentido general griego de la belleza, de acuerdo con una visión del mundo que interpreta el orden y la armonía como aquello que pone un límite al “bostezante Caos” de cuya garganta brotó, según Hesíodo, el mundo. Es una visión que cae bajo la protección de Apolo, que efectivamente está representado entre las Musas en el frontón occidental del templo de Delfos. Pero en el mismo templo (que se remonta al siglo IV a.C.), en el frontón oriental opuesto, está representado Dionisios, dios del caos y de la desenfrenada infracción de todas las reglas...  Seguir leyendo.

22.8.17

La infelicidad en la literatura

Augusto Monterroso

Como señala el escritor hondureño (1921-2003), la literatura parece estar más vinculada al dolor y a la infelicidad, pues pareciera que la felicidad termina siendo catalogada de superficial.

La literatura está más hecha de lo negativo y de lo adverso y, sobre todo, de lo triste. El bienestar, y específicamente la alegría, carecen de prestigio literario, como si el regocijo y los momentos de felicidad fueran espacios vacíos, vacíos y por lo tanto intransferibles, de los que el verso y la prosa serían malos portadores. Parecería que sólo los bobos están contentos y que hay que evitar a toda costa mostrarse tonto; el genio, en cambio, se presenta siempre como profundamente preocupado, cuando no sumido en el dolor y la incomprensión. Si declaro que me encuentro bien y feliz, a nadie le importa; aparte de que la declaración misma de felicidad tiene algo de insultante; debo decir que estoy mal, o triste, para que mi posible lector tenga a quien compadecer y se alegre y acaso hasta me perdone que sea yo el que escribe y él el que lee. Los románticos salvaron a Cervantes del olvido cuando descubrieron que su libro era un libro triste. "

Tríptico 

20.6.17

¿Existe una edad para filosofar?

Epicuro de Samos

Vivió en el siglo IV a.C. bajo el Imperio helenístico. Como muchos filósofos de la época tenía su propio centro de estudios, El Jardín,  a las afueras de Atenas. Admitía a personas de todas las clases sociales, incluso a mujeres, lo cual no era habitual. Epicuro propone una filosofía hedonista centrada, ante todo, en los placeres espirituales como la amistad y el cultivo de una vida frugal. El fragmento que aquí presentamos corresponden a la introducción de su texto más conocido: la Carta a Meneceo.

7.4.17

El papel de la razón en los asuntos humanos

Betrand Russell. 

¿Qué papel juega la razón en los asuntos humanos? ¿En qué consiste la razón? ¿Es preferible guiarse por las pasiones que por la razón? Estas y otras cuestiones relacionadas examina Russell en el siguiente fragmento de su obra El conocimiento humano. 


   Se me dice una y otra vez que sobrestimo el papel de la razón en los asuntos humanos. Esto puede significar que creo que la gente es o debería ser más racional de lo que mis críticos creen que es. Pero creo que hay un error previo por parte de mis críticos, y es que ellos, no yo, sobreestiman de forma irracional el papel que la razón es capaz de juzgar, y esto se produce, creo, por el hecho de que confunden totalmente lo que significa la palabra "razón". 


   “Razón” tiene un significado perfectamente claro y preciso. Significa la elección de los medios adecuados para lograr un fin que se desea alcanzar. No tiene nada que ver con la elección de los fines. Pero los enemigos de la razón no se dan cuenta de esto, y piensan que los defensores de la racionalidad quieren que la razón dicte los fines al igual que los medios. En los escritos de los racionalistas no hay nada que justifique esta postura. Hay una frase famosa: “La razón es, y sólo debería ser, esclava de las pasiones.” Esta frase no procede de las obras de Rousseau, Dostoievsky o Sartre, sino de la de David Hume. Expresa una opinión que yo, como todo hombre que intenta ser racional, apruebo por completo.  


Para seguir leyendo: PDF

19.1.17

Experiencia estética y experiencia científica

Nelson Goodman 

Nominalista contemporáneo, en el texto De la muerte y otras materias sostiene que el mundo es una construcción simbólica de la cual existen diversas versiones correctas: “el mundo se disuelve en las versiones y las versiones hacen mundos, proporciona una ontología evanescente y se ocupa de investigar aquello que convierte en correcta a una versión y hace que un mundo esté bien construido”. En la primera parte de este texto se presenta un fragmento de su obra Los lenguajes del arte, (1976) en el que analiza las relaciones entre la experiencia estética y la experiencia científica, ¿qué tan cercana está la una de la otra? En la segunda parte del texto se proponen algunas preguntas para orientar el análisis del texto.   Seguir leyendo.