Edgar Bravo M.
Descartes hizo de su
vida una travesía permanente, también viajero intelectual, su vida fue una experiencia de un continuo hacerse,
des-hacerse y rehacerse. Escribe como un explorador y descubridor, su lenguaje es
sencillo pero vigoroso, sin afectación, más preocupado por transmitir sus descubrimientos
que por hacer discípulos. Con Descartes estamos en la modernidad.
Más allá de los lugares comunes que ubican a Descartes como el iniciador
de la filosofía moderna, como el filósofo racionalista de la modernidad, la
pretensión de este ensayo es otra; digamos que tampoco trata acerca de su
contribución a la historia de la filosofía, o del análisis de tal o cual
problema clásico de la filosofía cartesiana (el cogito, Dios, el método, las verdades eternas, entre otros). La
pretensión de este ensayo es mucho más modesta, marginal si se quiere, pero, en
mi opinión, iluminadora y estimulante para pensar la naturaleza de la actividad
filosófica. De ahí que no se trata aquí de reelaborar un discurso sobre la
filosofía cartesiana, sino de reflexionar sobre aquello que hace Descartes como filósofo. Quizá esa
es la mejor manera de aprender a filosofar. Esta reflexión se articula
alrededor de una preocupación constante de Descartes por encontrar un camino
que le permita conducir su vida de la manera más recta y segura posible. Para
el desarrollo de esta idea me centro en la lectura de tres textos, la primera y
la tercera parte del Discurso del método,
publicado en francés en 1637 cuando Descartes tenía 41 años, y en una carta a
la princesa Elizabeth, del 4 de agosto de 1645. La primera parte del Discurso es una especie de autobiografía
personal e intelectual del filósofo francés; los otros dos textos son una
exposición de su moral. Los tres textos, como la mayoría de su obra, está
atravesada por la metáfora del viaje.
Podemos aprovechar la misma para reconstruir su recorrido intelectual.
La formación y el discurso cartesiano se desarrollan para este fin en dos
perspectivas. La primera se desarrolla en tres momentos: la lectura y el
estudio de los libros de los autores clásicos y antiguos, su viaje por “el gran
libro del mundo” y la construcción de su propio método para alcanzar un
conocimiento cierto. La segunda coincide e inicia con este último momento, con
esa búsqueda de certeza intelectual, para lo cual postula un moral de
provisión, mientras revisa y pone en duda radicalmente sus creencias. Esta
reforma privada de su entendimiento hace un desplazamiento, no sin cierta
sutileza, hacia un escenario político. Aquí se desarrollarán algunas ideas para
mostrar la convergencia de ambas perspectivas.
Para acceder al texto completo: aquí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario