Después de 350 años de existencia, Marguerite Yourcenar, fue la primera mujer en entrar a la Academia Francesa de las Letras, (1980). Escritora, poeta, dramaturga y traductora. Entre sus obras sobresalen Alexis o el tratado del inútil combate, Cuentos orientales, Memorias de Adriano, Las caridades de Alcipo, Opus Nigrum.
El siguiente fragmento hace parte del libro Peregrina y extranjera (1989) que es una recopilación póstuma de ensayos publicada dos años después
de su muerte. Presentamos aquí una bella y profunda reflexión sobre la muerte y
el duelo. Yourcenar decía que “hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar
al corazón”. He aquí una muestra de tal afirmación.
Aceptar
Aceptar que tal o cual ser, a quien amábamos, haya muerto.
Aceptar que este
o aquel ser no sea más que un muerto entre millones de muertos.
Aceptar que éste
o aquel, vivos, hayan tenido sus debilidades, sus bajezas,
sus errores, que nosotros tratamos en vano de encubrir con piadosas mentiras,
un poco por respeto y por compasión con ellos,
mucho por
compasión de nosotros mismos,
y por la vaga
vana gloria de haber amado solamente
la perfección,
la inteligencia o la belleza.
Aceptar su
independencia de muertos,
no encadenarlos,
pobres sombras, a nuestro carro de vivos.
Aceptar que
hayan muerto antes de tiempo
porque no existe
el tiempo.
Aceptar nuestro
olvido, puesto que el olvido
forma parte del
orden de las cosas.
Aceptar nuestro
recuerdo, puesto que, en secreto,
la memoria se
esconde en el fondo del olvido.
Aceptar incluso
–aunque prometiéndonos
que lo haremos
mejor la próxima vez y en el próximo encuentro-